martes, 18 de agosto de 2015

La Mujer Que Abrazaba Bonito

Gracia no lo sabía, pero sus abrazos poseían ciertos atributos mágicos. Una vez la vi abrazar a un amigo de ella, que había sufrido un accidente de tránsito días atrás. Aunque estaba golpeado y magullado, el abrazo fuerte y consistente de Gracia lo hizo sonreír de tal forma, que parecería que los dolores del cuerpo sanaron, con la misma velocidad con la que la sonrisa se dibujó en su lastimada boca. Y este no fue el único caso.

En otra ocasión, Gracia se puso a repartir abrazos con mucha alegría, a todo un grupo de viajeros que llegaban del norte, después de casi 10 horas de viaje en bus. Luego de pasar por lo cálidos brazos de mi amiga, cada uno de los viajantes decía sentirse tan cómodos, como en casa. Es más, algunos de ellos se quedaron a vivir aquí, indistintamente de si volvieron a ver a Gracia o no.

Y es que, parecía que la fuente del poder místico no radicaba en una sola cosa. Bien podría ser ese agradable gesto de satisfacción desinteresada que aparecía sobre su cara cada vez que daba un abrazo; así mismo, podía ser el resultado alquímico entre la sinceridad con lo que lo hacía, y lo cálido y confortable que siempre estaba su cuerpo, como fruto del optimismo que, tal vez inconscientemente, transmitía todo el tiempo.


Aún mis amigos y yo la extrañamos, aunque estemos felices por ella. Todavía recordamos con lágrimas en los ojos aquel día, cuando todos, incluso ella, pudimos darnos cuenta del maravilloso don que poseía. Esperamos con mucha emoción volverla a ver, después de aquella vez, que encontró a ese muchacho que abrazaba casi tan bien como ella, y fundiéndose en el mejor de los apretones, se elevaron elegantemente hacia las nubes. El recuerdo de la expresión de ambos, al perderse entre la luz del sol, aún nos funciona como un “abrazo de consuelo”, en los días más tristes.












Autor: JFBP

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