miércoles, 22 de agosto de 2012

¡De esos días en los que sólo la música te salva!


De esos días en los que prefieres no ir a pesar de la motivación, de esos días posteriores al conflicto en lo que no te queda más que fingir la nada, mientras pasaste 8 horas entre alegrías, caminas, subes, bajas, tristezas, silencios, esperas, ansias. De esos días en los que tu cuerpo entero ha adquirido colores monocromáticos mientras tu mente explota multicolores. Minuto a minuto, casi la hora, reviso mis quehaceres, mantengo la respiración, es casi como si un techo de inyecciones cayera 3 milimetros por segundo, pero te es prohibido mirarlo, a 10 pasos fuera está el caldero de fuego al que no te es permitido evadir y tendrás, mientras dentro de las horas; que meter la mano en el viscoso liquido de colores muy carismáticos, ¡pero cómo quema! Y no solo es tu mano la que quema, pronto lo sientes recorrer tus venas, ¡mierda cómo quema! Llega al fondo de tu ya piantao corazón, a una centésima de hacer suya la erupción, pero lo peor, lo que en realidad te coloca en el límite es que; después de colocar la mano en el caldero, aquel disfraz de carismáticos colores y fondo del infierno después de recorrer tu cuerpo, llega a tu cerebro, es entonces que emitir un grito podría ser tan reconfortante… 
¡pero no puedes! ¡No debes hacerlo! Esa clase de actitudes no son las “correctas”, nunca debí decir “mierda” en lo que les cuento.


Por fin mi mente decide volver a aterrizar en mi cuerpo, sigo esperando ansioso los minutos, incluso mis pensamientos tienen ya que agacharse temiendo el piquete mortal que te depara los días estos. El techo baja cada segundo 3 milimetros más, sin embargo espero, espero porque llegada la hora el caldero no es más un obstáculo, llegada aquella hora podré finalmente salir, aunque cuerpo a tierra, de aquel lugar, y mi mano no tendrá nada más que hacer una venia lejana de las fauces enervantes, hostigantes, de fondo sedimentado de un caldero muy bien pintado, tan ligero, tan delgado y quebradizo… ¡a pesar de todo no lo odio! No odio este lugar, es más, deseo estar aquí, sé que las ahora inevitables trabas caerán, se desplomarán… la fragilidad de un caldero, un techo que caerá y no subirá mas… y entre todo esto aun no puedo creer que finalmente esté ¡en realidad! cuerpo a tierra, sintiendo casi en mi espalda un techo con inyecciones ¡un techo de inyecciones! Muchos no sabrán que puede llegar a ser aquello. El piso, aunque con polvo, huele a madera… lacada, de ese olor que casi te corta respirar. ¡Al fin fuera! Mi venia se la encargo a mi mano, yo decidí salir por adelantado. Me gusta llevar mi mundo en dos lunáticos y amados puntos negros, una vez en mis oídos, con un sol nuevo muriendo allá a lo lejos, libre y espontáneo dedico a tiempo, mi relajante concentración en aquella canción.

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